En este trabajo, Bacigalupo nos va mostrando que san Agustín resulta ser no solo un ilustre retórico formado en la tradición jurídica romana, sino un escéptico y un sofista; es decir, se trata de una tesis provocadora que rescata los aspectos positivos de la sofística cristiana y critica la pretensión de ignorarla como si se pudiera eliminar uno de los rostros de Jano, dios romano caracterizado por su doble faceta que mira en direcciones contrarias.