28 de septiembre de 2021
Carlos Bernardo Gutiérrez, in memoriam
Miguel Giusti
El 28 de setiembre del 2021 nos llega la triste noticia del fallecimiento de Carlos Bernardo Gutiérrez, reconocido filósofo colombiano y una figura emblemática de la comunidad filosófica latinoamericana. Nos deja en circunstancias difíciles y alarmantes para toda la región, tiempos recios que él conoció bien y en los que jugó siempre un papel aleccionador. ¡Cuántas batallas no le habremos visto librar a lo largo de los años en defensa de la filosofía, no solo contra los enemigos ideológicos, sino también ante las crisis económicas, las revueltas políticas, los accidentes naturales o las no tan naturales disputas de familia que se han venido sucediendo en todos nuestros países de forma alternada en las últimas décadas! Yo he visto con mis propios ojos cómo intervenía Carlos B. diligentemente en dar una mano a los colegas argentinos cuando se produjo la crisis económica durante el gobierno de Raúl Alfonsín; cómo respaldó con el mejor espíritu y con medidas eficaces a los colegas de Chile, Venezuela o el Perú cuando se vivieron los tiempos difíciles de las dictaduras; cómo se las ingenió, con su formidable y contagioso sentido del humor, para interceder en conflictos internos que enredaban a las comunidades filosóficas de algunos de nuestros países y para promover consensos que, gracias a él, nos parecían al final perfectamente razonables. Alguna vez le oí decir que la vida social y política de los países de América Latina era como un juego de ruleta: según cómo cayeran los dados, a un país le tocaba estabilidad, al otro revolución; a uno, bonanza, al otro escasez; y así sucesivamente… Sin saber exactamente por qué, ni a qué país le tocaría qué, ni por cuánto tiempo, aunque siempre de forma alternada… Basta, en verdad, mirar hacia atrás unos cuantos años para darnos cuenta de que ha sido efectivamente así. Pero Carlos B. añadía que, por eso, justamente por eso, él había tomado la decisión, incomprensible para sus amigos alemanes y acaso también para muchos de sus compatriotas, de renunciar a un puesto fijo y vitalicio que ya tenía en Alemania para volver a Colombia y a América Latina a vivir en la incertidumbre, una incertidumbre tan inquietante como desafiante. Y para contribuir a sembrar aquí esperanza, a cultivar la filosofía con pasión, a darle vitalidad y arraigo a nuestras comunidades profesionales, a promover los intercambios entre nosotros fortaleciendo nuestras redes, a derrochar energía, inteligencia y buena vibra en sus múltiples actividades académicas.
Es muy grande la deuda que tiene con Carlos Gutiérrez la comunidad filosófica latinoamericana. No solo por su valioso trabajo como filósofo hermenéutico, ni tampoco solo por su infatigable labor de promoción de encuentros e intercambios académicos del más diverso tipo, sino igualmente por haber conducido la nave de la Sociedad Interamericana de Filosofía por muchos años, primero como su presidente, y luego con su presencia orientadora y su aliento como miembro de su Consejo Consultivo.
En cuanto a lo primero, no hace falta recordar, en efecto, que Carlos Gutiérrez se convirtió en el referente más importante de la filosofía hermenéutica en América Latina. Pergaminos para ello, tenía más que suficientes, porque sabemos que estudió, vivió y se formó filosóficamente durante 17 años en Alemania y que mantuvo en ese tiempo una relación muy estrecha con quien fuera su mentor y amigo, Hans Georg Gadamer. Su amistad y su cooperación fueron tan cercanas, que el padre de la hermenéutica, de quien si algo se puede decir es que sabía cómo interpretar qué le convenía y con quién, le pidió que fuese su compañero de juego en el deporte del tenis que ambos practicaban. De esta especialísima vinculación nos han dejado un testimonio Margarita Cepeda y Rodolfo Arango, en el hermoso e impresionante volumen de homenaje que prepararon conjuntamente, tan sabiamente titulado Alteridad y amistad (2009), con la participación de muchísimos filósofos del mundo entero, deseosos de expresar su gratitud a Carlos B. En cualquier caso, es preciso reconocer que no ha habido publicación ni evento filosófico sobre hermenéutica en nuestra región en el que no se le citara, ni país o gremio especializado en el tema en el que no se haya solicitado su presencia para participar como conferencista o para dictar cursos y seminarios; y él mismo nos ha dejado una larga serie de publicaciones sobre la materia.
De su prolífica obra como organizador de eventos filosóficos hay también pruebas en abundancia. Recuerdo lo que decía sobre él con frecuencia Rüdiger Bubner, un filósofo alemán que fue también muy cercano a Gadamer: que Carlos B. era un “director de orquesta” (“ein Dirigent”) de la filosofía latinoamericana. Nos podrá sorprender el apelativo, pero no aquello a lo que se refiere. Carlos Gutiérrez organizó cuanto se podía en la vida académica de la región: seminarios, coloquios y congresos nacionales e internacionales de múltiples tipos, entre ellos también, por supuesto, un memorable congreso interamericano de filosofía en Bogotá; invitó a muchísimos filósofos de todas partes del mundo para hacerlos debatir con la comunidad latinoamericana y ocupó además todos los cargos imaginables, tocando en ellos las partituras más complejas, con la mayor armonía y las más variadas interpretaciones, todo lo cual le valió, entre tantas otras distinciones, recibir la prestigiosa Medalla del Instituto Goethe.
Es difícil resumir en pocas líneas la trayectoria de una vida como la de Carlos B., y es más difícil todavía expresar de manera adecuada el reconocimiento y la gratitud que le profesamos. Hace unos años, con ocasión de un homenaje que se le organizaba, uno entre muchos, me atreví a decir que el título que más le convenía era el de “Patriarca de la Filosofía Latinoamericana”. Y, para explicar en qué especifico sentido estaba usando esta expresión, recurrí al Diccionario de la Real Académica, porque en él, entre las acepciones del término, se menciona una que dice, a la letra: “Persona que por su edad y sabiduría ejerce autoridad en una familia o en una colectividad.” ¡Cómo no asociar, de manera espontánea y natural, esta acepción a la valoración de su trayectoria! Carlos Gutiérrez ha sido una persona que por su edad y sabiduría logró ejercer gran autoridad en la comunidad filosófica latinoamericana, y si es esto lo que significa un patriarca, pues entonces él merecía este título de dignidad, así como nuestro reconocimiento y nuestra gratitud.
Gracias, Carlos Gutiérrez, querido Carlos B., por esta lección de vida y de amor por la filosofía.